Nos bajamos de la Aguja Ostaicoechea por frio y viento.
Fuimos a Horcados Rojos.
Durante el camino guardaban nuestra izquierda las dos montañas que subimos aquellos días.
Al principio, las piedras aún dejaban ver algo de verde.
Incluso el pasto "desclareó" un poco el blanco.
Cerca de Cabaña Verónica, bajo la Torre de los Horcados Rojos (el extremo occidental de nuestro "murallón"), parecíamos estar en la luna.
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