El 3 de diciembre de 1989, dos días antes de la primera del Barranco de Obis (ver aquí), Fernando Biarge y yo realizamos el segundo descenso del Barranco de Lumos. Nuestros amigos del cámping de Lecina habían efectuado la primera unos meses antes.
En mi agenda ya anoté que nos había llamado la atención un afluente que venía por la izquierda... Lo vimos con evidencia durante el regreso, bien contentos, por la cresta divisoria (qué tiempos aquellos... sin acabar el que bajábamos ya veíamos el siguiente):
Izquierda: los puntos rojos señalan el Barranco de Alpán (el superior su cabecera y el inferior su tramo final), el punto naranja marca el Barranco de Lumos.
Derecha: el Barranco de Alpán visto de cerca.
Lo teníamos bien presente, de tal manera que el 5 de enero siguiente fue el primero que visitamos durante una salida exploratoria que hicimos de nuevo los dos junto a Álvaro Santolaria. Esta vez lo anoté breve y definitivo: "Vero, afluente del Lumos. Es bueno".
Y así fue. El 10 de enero de 1990, Fernando Biarge, Álvaro Santolaria y Enrique Salamero volvimos y descendimos por primera vez el Barranco de Alpán.
Así lo recogí en la agenda.
Teníamos el nombre por averiguar. Al día siguiente fui a la oficina del catastro a visitar a nuestro amigo Santiago Agón pero no encontramos ningún topónimo referente al barranco, de manera que acabamos por llamarlo con el nombre de una partida de la zona: Alpán. En otras palabras, no sabíamos, ni sabemos, como se llama. Probablemente bastaría con hablar con alguna persona mayor de Colungo, Asque o Alquézar, pero no lo hemos hecho nunca.
Por lo que respecta al barranco resultó tan interesante y encajado como prometía, ¡incluso aparecieron unos inesperados oscuros! (estos, formados por el desprendimiento masivo de una gran bóveda, volverían a repetirse tal cual en un nuevo barranco algunas semanas más tarde, pero no adelantemos acontecimientos).
Izquierda: el interior del barranco.
Derecha: la entrada a los oscuros.
Se nos estropeó el burilador (y no teníamos otro) en el momento más oportuno, nunca mejor dicho ya que justo a partir de ese momento, y afortunadamente, los rápeles que aparecieron pudimos instalarlos sobre naturales. De todas formas no hubiera sido nada demasiado grave ya que, tiempo después, hemos destrepado estos últimos cuatro rápeles (incluso saltado el tercero, el anterior al afluente izquierdo).
El croquis lo dibujé dos días después:
Esta primera no tuvo más incidentes, sin embargo la sonrisa de lo estrafalario vendría cuatro años después.
El 12 de marzo de 1994 lo volví a repetir con Mariano Casanova y Eric Zindel. Nos aguardaba una sorpresa completamente inesperada en el fondo de una de las pozas de la primera parte. Ciertamente uno nunca sabe lo que va a encontrarse a la vuelta de la esquina.
En una de las fotos aparece Eric y el piolet que clavé en la grava para hacer un poco de comedia. En la otra lo he fotografiado hace unos días, todavía me acompaña en las excursiones sencillas por nieve.