Debemos a Fernando este precioso primer descenso. Así de bonito nos pareció aquel día, a nosotros y a todos los que han venido detrás. La Aigüeta de Barbaruens nos pareció con una entidad diferente, un río en un gran valle. No recuerdo como fue a parar a sus manos aquel informe forestal, pero hablaba de gargantas escondidas bajo la masa de árboles. No hizo falta más, nos convenció en seguida.
Allí fuimos un día como hoy hace 25 años Fernando Biarge, Rafael Larma, Isaac Hoyos, Ramón Bitrián, Ignacio Costas y Enrique Salamero. Por un momento pensamos que quizá fuera un poco pronto y encontraríamos demasiado caudal, pero Rafa comentó que Cotiella desagua sobre todo hacia el Cinca, así que no se habló más.
Sabíamos donde íbamos a acabar, en el Puente de la Saca. Estaba claro que de allí para abajo no había gargantas.
Pero hacia arriba era otro cantar. ¿Cómo saber donde se estrechaba el río?. Con tanto bosque y sin saber de posibles caminos no había forma de ver nada. Decidimos entrar en su cabecera, donde se juntan diversas vaguadas y lugar al que desciende una pista. No era poca la combinación de coches.
En azul aparece la pista principal, en verde las de aproximación y descenso, en rojo todo el tramo que descendimos.
Esto de empezar arriba y no saber muy bien que hay, tiene sus cosas... Ya nos pasó en el Pallas (ver aquí), pero Barbaruens no es Guara y aquí hay agua y árboles, no pinchos y matorral. Sin embargo, el "eterno impaciente" de Ramón tuvo este día su dosis de penitencia. Durante mucho rato las supuestas gargantas no aparecían y el río se hacía largo, aunque había algún caos curioso y rápeles de vez en cuando. Ramón siempre iba 100 m delante nuestro, maldiciendo y diciendo ocurrencias queriendo encontrar el esperado desfiladero en la siguiente curva.
No es siempre verdad aquello de que "el que espera desespera", el informe tenía razón. Al final las laderas se acercaron, la roca ganó terreno y encontramos las ansiadas gargantas que todos conocemos.
Nos gustó muchísimo. Había agua, la roca era muy bonita y había estupendas formas de erosión. Y flores, lianas, musgos, infinidad de troncos vestidos de verde, un cielo que aparecía entre el bosque de hojas, piedras de colores. La luz jugaba con la sombra y el agua.
Estas dos fotos las tomé años más tarde, el 19 de julio de 1997. Iba con mi amigo y compañero de profesión René Bouyal. Lo saltamos todo. Era un día de inspección, queríamos traer clientes aquí cosa que ya hicimos cuatro días después.
Nunca he dibujado un buen croquis de este barranco, ni antes ni después. En esta ocasión no tomé ningún apunte y lo que hice fue de memoria. Este fue el resultado:
EL SEGUNDO DESCENSO, UNA PRIMERA INVERNAL.
Para paliar el penoso croquis de la primera vez, nos propusimos volver en 1991. Entonces estaba dibujando en limpio los croquis que iban a ir a las guías, había que darse prisa y así fue como acabamos por hacer no solo el segundo descenso sino también la primera invernal. Fue fenomenal. Lo anoté en mi agenda:
Como se trasluce del texto, ya intentamos ir el día 3 pero me olvidé el lápiz y el papel. Nos contentamos con comprobar lo idóneo de la pista de aproximación desde el Puente de la Saca. Todo quedaba propicio.
Tengo una diapositiva de aquella primera invernal. Le tengo aprecio:
De izquierda a derecha: Fernando Biarge, Eric Zindel, José Antonio Cuchí y Helga Zindel.