Estoy seguro de que se trató de una primera. La cosa tiene su miga, lo explicaré al final.
Mientras tanto recordaremos ahora el día que, hace justo 25 años, Fernando Biarge y Enrique Salamero abrimos el Barranco de Abizanda, uno de los que más contento me siento y más veces he repetido.
CÓMO SE NOS OCURRIÓ
Hay que recordar que en 1989 la única carretera que subía a Ainsa era la que cruzaba el Puerto del Pino. No existía la actual. Por lo tanto, lo único que podía verse al pasar era el desfiladero que hay debajo de la población de Abizanda.
Cierto que llamaba la atención, pero el lugar, por el que tantas veces habíamos pasado no dejaba ver otra cosa que colinas y arbolado.
Y sucedió que leimos a Briet.
En aquel momento no era fácil dar con el texto clave, pero dio la casualidad de que estábamos preparando para la Diputación Provincial de Huesca la edición del libro Soberbios Pirineos/Superbes Pyrénées (que se publicaría al año siguiente, 1990); es este:
CÓMO SE NOS OCURRIÓ
Hay que recordar que en 1989 la única carretera que subía a Ainsa era la que cruzaba el Puerto del Pino. No existía la actual. Por lo tanto, lo único que podía verse al pasar era el desfiladero que hay debajo de la población de Abizanda.
Cierto que llamaba la atención, pero el lugar, por el que tantas veces habíamos pasado no dejaba ver otra cosa que colinas y arbolado.
Y sucedió que leimos a Briet.
En aquel momento no era fácil dar con el texto clave, pero dio la casualidad de que estábamos preparando para la Diputación Provincial de Huesca la edición del libro Soberbios Pirineos/Superbes Pyrénées (que se publicaría al año siguiente, 1990); es este:
En el tomo 1 (el 2 contiene una selección de fotografías) se incluye el largo texto titulado "A través de la Sierra de Guara", en cuyo capítulo II-Abizanda leímos lo siguiente:
Dimos por supuesto que Briet estaba hablando de la garganta que se encuentra debajo del pueblo y que todos teníamos sobradamente vista. Pero el último párrafo nos puso en alerta:
Ese mismo día, sin esperar un minuto más, hice el croquis:
Nos quedamos boquiabiertos. Una joyita. Pequeña, si, pero de un millón de quilates.
Tal y como dice mi agenda en cuanto llegué abajo del primer rápel nos entró la duda: ¿si el estrecho salía directamente al pantano en medio de un circo cerrado... por dónde podríamos regresar?. Dimos media vuelta, trepamos todos los resaltes y recorrimos la margen izquierda del barranco hasta comprobar con alivio que no había acantilados inaccesibles. De paso vimos el "tejado" de los oscuros:
Nunca habríamos imaginado encontrar aquí un desfiladero tan profundo, estrecho y bien esculpido, completamente libre de vegetación, solo pura roca, con el interés siempre in crescendo. Personalmente no sé como me gusta más, si con agua o con la piedra a la vista. Tanto da.
Y sí, no había carretera. En el croquis original se puede comprobar. Se materializó el año siguiente cruzando la primera de las gleras dibujadas. Hizo el descenso mucho más cómodo pero quitó intimidad a aquella garganta escondida que habíamos leído y eliminó de los croquis el primero de los desfiladeros. De esta manera "mutilada" apareció en nuestra guía de 1991.
Viene al caso comentar que la primera edición (año 1998) del mapa 1:25000 del IGN (hoja 250-III, Naval) dibujaba mal el trazado de la nueva carretera haciéndola transcurrir por la margen derecha del barranco y cruzándolo muy arriba, prácticamente a la salida del desfiladero que se encuentra en la vertical del pueblo. Es este:
He vuelto al Barranco de Abizanda en numerosas ocasiones y con motivos muy diversos, con grandes y pequeños, con poca y mucha agua, en verano y en invierno, con gran sol y en tiempo desapacible. He encontrado mucho aquí, siempre lo miro con cariño al pasar.
¿UNA PRIMERA?
Cualquiera que haya efectuado el primer descenso de un barranco sabe muy bien del momento en que uno llega a un resalte que no se puede ni saltar ni destrepar. Se empieza a mirar por todos lados a ver si hay rastro de algo. Cuando no hay nada...
Eso nos sucedió a nosotros, una vez más, en Abizanda. Pudimos meter un pitón en el único sitio posible, todo lo demás era compacto.
Vanitas vanitatum et omnia vanitas.
El 11 de noviembre de 1990, cuando hicimos el segundo descenso, los elementos de reflexión estaban allí, delante nuestro. Pero no nos dimos cuenta:
¿Qué hacían tantos sapos allí dentro, aparte de hacernos reir? ¿De donde venían? ¿Cómo se fueron?.
Bien, el 29 de diciembre del 2008 unos chicos franceses estuvieron comprando algo de material donde yo trabajo. Venían del Barranco de Abizanda. Poco antes del primer rápel, tras oir una serie de ruidos, vieron sorprendidos a un jabalí, evidentemente atrapado sin remisión, en la cabecera de un resalte. Acuciado por la repentina presencia de los dos barranquistas, optó al cabo de unos minutos por la única solución que le quedeba. Se decidió por tirarse resalte abajo. Y así uno tras otro, rápeles incluidos. Jabalí tenía que ser... Cuando, muy cautelosamente, continuaron el descenso, nada (a nadie) encontraron. El jabalí había terminado el suyo y se había marchado.
Lo que me pude llegar a reir. Pero, entonces ¿donde quedó nuestra primera? ¿hasta donde llegan las primeras de tantos barrancos?. Digamos que el ser humano, de vez en cuando, efectúa el primer descenso del homo sapiens sapiens. Al parecer, el sus scrofa, el bufo bufo (y probablemente tantos otros) hacen también el suyo.
¿Quien o qué hace la primera en realidad?
Dimos por supuesto que Briet estaba hablando de la garganta que se encuentra debajo del pueblo y que todos teníamos sobradamente vista. Pero el último párrafo nos puso en alerta:
"Más allá, el Barranco de Abizanda se torna más alegre con la existencia de laderas verdosas y el arroyo se permite aún el lujo y la fantasía de atravesar una nueva garganta, no menos atractiva que la anterior, antes de alcanzar el Cinca"La suerte estaba echada. Nos fuimos directos.
Ese mismo día, sin esperar un minuto más, hice el croquis:
Nos quedamos boquiabiertos. Una joyita. Pequeña, si, pero de un millón de quilates.
Tal y como dice mi agenda en cuanto llegué abajo del primer rápel nos entró la duda: ¿si el estrecho salía directamente al pantano en medio de un circo cerrado... por dónde podríamos regresar?. Dimos media vuelta, trepamos todos los resaltes y recorrimos la margen izquierda del barranco hasta comprobar con alivio que no había acantilados inaccesibles. De paso vimos el "tejado" de los oscuros:
En EEUU esto sería un auténtico "slot canyon".
Nunca habríamos imaginado encontrar aquí un desfiladero tan profundo, estrecho y bien esculpido, completamente libre de vegetación, solo pura roca, con el interés siempre in crescendo. Personalmente no sé como me gusta más, si con agua o con la piedra a la vista. Tanto da.
Y sí, no había carretera. En el croquis original se puede comprobar. Se materializó el año siguiente cruzando la primera de las gleras dibujadas. Hizo el descenso mucho más cómodo pero quitó intimidad a aquella garganta escondida que habíamos leído y eliminó de los croquis el primero de los desfiladeros. De esta manera "mutilada" apareció en nuestra guía de 1991.
Viene al caso comentar que la primera edición (año 1998) del mapa 1:25000 del IGN (hoja 250-III, Naval) dibujaba mal el trazado de la nueva carretera haciéndola transcurrir por la margen derecha del barranco y cruzándolo muy arriba, prácticamente a la salida del desfiladero que se encuentra en la vertical del pueblo. Es este:
Como se puede comprobar, el trazado entre la ermita de San Miguel y el cruce del barranco discurre por la vertiente que no es.
He vuelto al Barranco de Abizanda en numerosas ocasiones y con motivos muy diversos, con grandes y pequeños, con poca y mucha agua, en verano y en invierno, con gran sol y en tiempo desapacible. He encontrado mucho aquí, siempre lo miro con cariño al pasar.
Este es el croquis que apareció en el libro de 1991, con la nueva carretera. Con el paso de los años lo aproveché para anotar algunos sucesos y averiguaciones. Hay un apunte interesante sobre los bloques empotrados para quien sienta curiosidad. Los dos resaltes señalados en rojo claro desaparecieron a causa de las riadas del invierno 1995-1996 y el bloque indicado por el punto rosa (en el segundo rápel) desapareció en 1998.
Este es un montaje de fotos que hice después de descenderlo el 12 de agosto de 1992 con David Santolaria y familia.
ABIZANDA - RÍO - FANCES
Cuando realizamos el primer descenso empezamos por llamarle Barranco de Abizanda tal y como dice Briet en su texto. Pronto nos dimos cuenta de que no era así. Los mapas de los años 1950 del IGN ya lo nombraban como Barranco del Río y así lo publicamos en nuestra guía de 1991.
Con el paso del tiempo y la llegada de la señalización de caminos y lugares, empezó por aparecer un cartelito de madera que indicaba Cañón de las Fances. El panel que hay actualmente insiste igualmente en esta denominación:
Esta es la parte del mismo que indica el nombre.
No he hecho ninguna averiguación al respecto, salvo leer lo que sugiere el filólogo Vázquez Obrador en algunas de sus publicaciones. Recoge el topónimo "las Fances" y lo relaciona con el plural "fanz", esto es: "fuentes".
¿UNA PRIMERA?
Cualquiera que haya efectuado el primer descenso de un barranco sabe muy bien del momento en que uno llega a un resalte que no se puede ni saltar ni destrepar. Se empieza a mirar por todos lados a ver si hay rastro de algo. Cuando no hay nada...
Eso nos sucedió a nosotros, una vez más, en Abizanda. Pudimos meter un pitón en el único sitio posible, todo lo demás era compacto.
Vanitas vanitatum et omnia vanitas.
El 11 de noviembre de 1990, cuando hicimos el segundo descenso, los elementos de reflexión estaban allí, delante nuestro. Pero no nos dimos cuenta:
¿Qué hacían tantos sapos allí dentro, aparte de hacernos reir? ¿De donde venían? ¿Cómo se fueron?.
Bien, el 29 de diciembre del 2008 unos chicos franceses estuvieron comprando algo de material donde yo trabajo. Venían del Barranco de Abizanda. Poco antes del primer rápel, tras oir una serie de ruidos, vieron sorprendidos a un jabalí, evidentemente atrapado sin remisión, en la cabecera de un resalte. Acuciado por la repentina presencia de los dos barranquistas, optó al cabo de unos minutos por la única solución que le quedeba. Se decidió por tirarse resalte abajo. Y así uno tras otro, rápeles incluidos. Jabalí tenía que ser... Cuando, muy cautelosamente, continuaron el descenso, nada (a nadie) encontraron. El jabalí había terminado el suyo y se había marchado.
Lo que me pude llegar a reir. Pero, entonces ¿donde quedó nuestra primera? ¿hasta donde llegan las primeras de tantos barrancos?. Digamos que el ser humano, de vez en cuando, efectúa el primer descenso del homo sapiens sapiens. Al parecer, el sus scrofa, el bufo bufo (y probablemente tantos otros) hacen también el suyo.
¿Quien o qué hace la primera en realidad?
Grandisimo Enrique y compañia. Agradecidisimo de que compartas con todos nosotros tus experiencias!!!
ResponderEliminarA mi que me gusta la faceta menos deportiva y mas curiosa del barranquismo, por ello disfruto y sigo deseo con este blog y vuestros primeros descensos y sus bodas de plata!
Gracias Julen. Yo también aprecio por encima de todo la parte curiosa de la montaña. Por lo demás, rondo los 63 kg y no llego al metro setenta. Grandísimo...
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