Tengo en mucha estima (iba a decir consideración) a los líquenes. Me gusta la superficie de la roca, y los líquenes son a ella como todo aquello que se quiere y nunca se abandona.
Estos se encuentran en lo alto del Ferrellón, la más abrupta de las Peñas de Herrera, un curioso espinazo desprendido en la vertiente este del Moncayo.
Reciben todo el viento imaginable cuando éste baja sin freno a lo largo de todo el Valle del Ebro.
Miran directamente y sin obstáculos al Pirineo. Lo tienen en frente.
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