martes, 14 de junio de 2016

UNA PLACA, CUATRO AMIGOS, UN HOMBRO Y UNA SIRENITA PERDIDA

La subimos en mayo de 2011. Puede decirse que en cuanto supimos de ella. No hay más que verla para quererla escalar.

Se divisa desde el mismo refugio de Lizara.

Y así desde su misma base.

Es original donde las haya.
Y amable. Muy amable. La dificultad es bien abordable, la roca sólida y el itinerario evidente y curioso de rincones.

Hemos vuelto 5 años y un mes después. Éramos dos. Hoy estamos los cuatro:

El mismo lugar del tercer largo. En 2011 y anteayer.

Anabel y yo.

Hacia el final de la placa en 2011.

Mariano y Ramón.

El flanqueo de salida, ya muy tumbado.

LA CHIMENEA DEL STRATO
Así la llamó Julio Benedé cuando la subió por primera vez en noviembre de 2008 (reseña aquí).

La foto es engañosa. La placa no está tan tumbada como parece.

A dia de hoy, todos los cordinos que se encuentran (en los bloques empotrados, algún puente de roca...) están en lamentable estado de conservación y es preciso que cada cordada reponga los suyos si quiere conservar una seguridad real.

¿Y EL HOMBRO Y TODO LO DEMÁS?
El hombro no se quejó, después de cuatro meses de curasana.
Y por supuesto no estuvimos solos los cuatro:

Suben por todas partes. Y saludaron a unas cuantas primas suyas.

Siguen allí.

La Sirenita no. Estaba en 2011. ¿Que rumbos habrá tomado desde entonces?

lunes, 6 de junio de 2016

EL CAMINO DE LAS ESCALERETAS. Acerca de su historia y su nombre

Es una gran suerte que un camino como este haya sido favorecido ante la implacable maldición del olvido. Olvido, como ya sabemos, debido a la despoblación de tantos lugares y al consecuente abandono de todos los usos tradicionales de su entorno.
Las suertes son caprichosas pero siempre giran alrededor de quienes buscan con curiosidad. Y hay ocasiones en las que los hilos que tejen la vida y la memoria se vuelven a anudar.
El Camino de las Escaleretas, en el cañón del río Vero, tuvo la fortuna de encontrar su nudo. Se lo debe al arte rupestre.

En esta entrada vamos a contar algo de la historia de esta senda singular, ejemplo de la habilidad y perspicacia del ser humano en un entorno tan abrupto y por demás maravilloso.

EL CAMINO
Se sitúa en medio de los acantilados de la margen derecha del cañón del río Vero, entre la desembocadura del Barranco de Basender (llamado Cruciacha en su final) y la correspondiente a La Choca.


Línea roja: Camino de las Escaleretas (a: ramal que baja a San Martín, b: ramal que baja a Huerto Raso).
Recuadro rosa: lugar donde se encontraban las escaleras de madera. Recuadro marrón: covacho esférico y travesía inferior. Recuadro verde: Covacho Grande de las Escaleretas. Recuadro azul: Covachos de Gallinero. Recuadro naranja: cornisa-gradón de acceso a la Fajana Pera. Punto naranja: Covacho de Lecina Superior.

El trazado aprovecha inteligentemente los puntos débiles de la muralla pasando en ocasiones por lugares espectaculares y no exentos de exposición (aunque nunca difíciles). Escaleras a parte, los puntos más delicados fueron tradicionalmente facilitados: unos pocos peldaños tallados en la roca y un cable de ayuda en la travesía más exigua. Veámoslos desde arriba hacia abajo:

Acceso a la Fajana Pera:
Salva el escarpe rocoso gracias a una cornisa cuya entrada y salida son gradones de poca dificultad.


Esta es la cornisa. La persona se encuentra junto al gradón de subida.


Izquierda: gradón de subida. Centro: escalón tallado en la salida superior de la cornisa. Derecha: gradón de bajada.

Travesía superior (Covacho Grande de las Escaleretas - Ventana):
Este es el paso más espectacular y conocido.
Empieza atravesando el Covacho Grande de las Escaleretas (llamado así por A. Beltrán, ver más abajo):


Esta es el abrigo desde su inicio. El viejo cable se encuentra a su final, donde se estrecha.


Izquierda: inicio del cable en el Covacho Grande de las Escaleretas.
Derecha: final del cable, al otro lado de la ventana.

Tras doblar el espolón que cierra el covacho se encuentra la estrecha vira y su preciosa ventana. No es dificil, pero sí espectacular:


Así se ve desde la curiosa agujita separada de la pared que allí se encuentra.


Imagen tomada desde la ventana.

Y así se alcanza el interior de la canal, desde la cual hay una preciosa y conocida vista de la ventana:



Travesía inferior (de la canal al covacho esférico):
Primero alcanza un espoloncito desde el que divisaremos claramente como se resuelve la continuación:

Izquierda: la flecha roja señala el paso y la doble flecha naranja la vira de travesía entre la ventana y el Covacho Grande de las Escaleretas (se ve bien la agujita mencionada).
Derecha: desde el espoloncito se observa la travesía posterior y el covacho esférico. La línea roja indica el itinerario.

Y llegamos al covacho esférico:


En la foto de la izquierda Anabel se encuentra en el espoloncito de las fotos anteriores y en la de la derecha está en el umbral de acceso al covacho (no es difícil pero hay que ir con cuidado).

Para llegar a este curioso abrigo rocoso hay varios peldaños tallados desde época inmemorial:


Izquierda: escalones tallados.
Derecha: resalte de base.

Luego vienen los dos posibles descensos hasta el río. Hoy en día se utiliza el que baja hacia Huerto Raso, más sencillo y sin problemas. Sin embargo, existía otro que se dirigía hacia San Martín y La Choca, y en el que se encontraban las escaleras que daban nombre al camino. Luego lo veremos.

ANTAÑO
En 1996 Damián Peñart, nacido en Lecina y deán de la catedral de Huesca, escribe un libro sobre su pueblo y su entorno:


Damián Peñart y Peñart. Lecina, un pueblo con historia y encanto. Javier Osés imprimatur Huesca. 1996.

En él se habla, por supuesto, de la ermita de San Martín en la desembocadura de La Choca. Pero también se indican los dos campos a los cuales se podía acceder cuando el río Vero se mostraba poco a nada transitable:
-Pasado el salto o confluencia de Vasender, se hallaba el "Huerto Raso", hoy cubierto de maleza, pero hasta la década de 1960 fue precioso vergel (...)
-En las proximidades de La Choca había otro campo cultivable, perteneciente a la familia de Macario Peñart (...) Hoy es un erial vestido de arbustos y casi intransitable (...) En este campo, al pie de un imponente acantilado, se halla la ermita románica de San Martín. Y arriba en lo alto, en unos covachos, encaramados cerca de la sierra, se descubrieron las primeras rupestres del entorno.
Y es precisamente a propósito de las pinturas cuando se indica el camino y su nombre:
"El lugar exacto de las pinturas era conocido en Lecina como "Las Escaleretas", porque, a la vera de estas cuevas, y ayudados por sencillas escaleras de madera para saltar algunos difíciles muros, había una ruta de acceso a San Martín, cuando el río bajaba muy crecido y no se podía vadear."
Pero retrocedamos en el tiempo para ver la secuencia de esta historia.

1966. PIERRE MINVIELLE
Pierre Minvielle es la primera persona que deja constancia de la existencia del camino, aunque no lo nombra ni lo aborda expresamente. Cuenta lo sucedido en dos de sus libros de memorias:


Pierre Minvielle. La Sierra oubliée. Rando Éditions. 1997
Pierre Minvielle. Rio Vero. Éditions Cairn. 2012

Así lo refiere en el del río Vero:
"El hombre, fornido, debía tener unos sesenta años (...) ¿de dónde venía? Con un gesto, señaló el Peñón de La Choca. 'Arriba tengo un campo de patatas', explicó. '¿Y por dónde pasa usted?' le pregunté. 'Por allí', indicó con un gesto, mostrando siempre el vertical acantilado del Peñón. 'Hay un paso'. Como permanecíamos desconcertados, incluso dubitativos, creyó oportuno añadir: 'en cada paso gritaré'. Y se alejó. Le vimos volverse a calzar y acometer la ascensión del acantilado. Al principio, se adivinaba que debía seguir una senda entre las pedreras, luego una cornisa. Correteaba por estas dificultades. En cada punto estratégico, lanzaba un aullido para indicar la situación del obstáculo y la manera que era necesaria emplear para superarla (...) Entre dos cuevas, el funámbulo abrazó la pared y franqueó el vacío. El espectáculo era tan emocionante (...) corría por una cornisa inclinada y desapareció detrás de un repliegue de la roca. Lo volví a divisar más lejos, agarrado a un espolón. Estaba casi cuatro gatas. Pasó. Gritó. Desapareció. ¿Estaba soñando? (...) ¿Estaba en 1966 o en la época de Neandertal? No sabría muy bien decirlo. Y por la tarde, tendría que volver a descender cargado y con más peso con su saco de patatas. Los ciudadanos que nosotros éramos recibimos aquel día una buena lección de valor paisano."
Con anterioridad, en el nº de 1968 de la revista francesa La Montagne et Alpinisme, publicó el conocido artículo "Les quatre canyons de rio Vero". En él se dice breve y escuetamente:
"En estos nichos, las trazas de un habitat antiguo hormiguean sobre el suelo y, sobre todo, por las paredes. Algunas pinturas hacen pensar en el arte auriñaciense."
Estas fueron palabras que dieron la señal de aviso...

1969. ANTONIO BELTRÁN
Nada más leer el texto de Minvielle, Antonio Beltrán, catedrático de la Universidad de Zaragoza y prehistoriador de prestigio, se presentó en Lecina los días 29 de enero y 2 de febrero de 1969 encontrando "...las pinturas rojas esquemáticas de los covachos inferiores." El descubrimiento se autentificaba aunque sin tratarse de restos paleolíticos.
Se inició así una campaña de exploración:
"...el estudio definitivo, concluido en marzo de 1972, tras el calco de todas las figuras, la consiguiente campaña fotográfica y la prospección de gran parte de la zona de los alrededores, descendiendo en una ocasión desde la parte superior de las paredes, por 'Las Escaleretas' y revisando los bancales y zonas bajas donde se encontraron señales de ocupación y los consiguientes yacimientos."
Estas líneas, aparecidas en la monografía del año 1972 (ver fotografía siguiente), ya mencionan el nombre de nuestro camino.
Esta es la monografía arqueológica (la nº 13) publicada en 1972 por la Universidad de Zaragoza.

De esta manera se descubrieron las pinturas del abrigo contíguo al paso de la sirga, el cual, como era costumbre y uso habitual, fue denominado "Covacho grande las Escaleretas". Estas son las principales:



1969. DAMIÁN PEÑART Y PEÑA GUARA
La noticia de las pinturas corrió como la pólvora.
El incipiente grupo de espeleología del club Peña Guara de Huesca acudió rápidamente, al igual que el mosén Damián Peñart (ver más arriba). Ambos, y con escasos días de diferencia, dieron noticia en el periódico de Huesca "Nueva España". Son estos:


Izquierda y centro: artículo de miembros de Peña Guara de 11 de febrero de 1969. Consultable aquí.
Derecha: artículo de Damián Peñart de 18 de febrero de 1969. Consultable aquí.

Aunque con alguna controversia de fechas (Peñart indica 1967 como año del descubrimiento) y descubridores (hace intervenir a algunos vecinos de Lecina), el artículo del día 18 señala algunas confusiones toponímicas (que sin embargo nunca se corregirían) y se nombra y explica por primera vez el término "Escaleretas":
"Y si se quiere precisar más en la denominación de estas cuevas, porque el nombre de San Martín es común a todo el primer tramo o cañón de río Vero, son las cuevas de las 'Escaleretas' (diminuto aragonés de escalera), así llamadas porque sirviéndose de los distintos cuerpos de cuevas, con sus puentes y túneles, rellanos y plataformas de mano de factura humana, se puede trepar e incluso alcanzar la cima del acantilado. Más aún, es la única salida y acceso a este lugar para los cazadores de jabalí, los truferos y los devotos de San Martín, cuando el río baja muy crecido."

1973. UNA EXCURSIÓN FAMILIAR
En mi casa seguimos todo este asunto con mucha atención y al cabo de unos años, en marzo de 1973, fuimos a Lecina toda la familia y nuestro amigo Mario Diz.
Recorrimos el Vero hasta la confluencia de La Choca y nos plantamos al pie del escarpes que sustentan los abrigos de Gallinero. Intentamos subir hacia ellos pero nos topamos con barreras rocosas que había que franquear gracias a unas escaleras y postes de madera... Recuerdo que estaban en mal estado y no nos atrevimos.
Afortunadamente nosotros también hacíamos fotografías en aquel entonces:


Estas son las paredes en cuestión. El recuadro naranja enmarca los covachos de Gallinero con las primeras pinturas divulgadas. El recuadro rojo localiza los resaltes donde se encuentran las escaleras (ver foto siguiente).


Aqui las vemos de cerca. Abajo a la izquierda hay un tronco apoyado y encima, junto al árbol, una escalera.

Esas eran las escaleras que daban nombre a un camino maravilloso que, ignorantes de él, lo encontraríamos sin buscarlo dos amigos curiosos 19 años más tarde. Luego lo veremos.

1978. EL MUSEO DE HUESCA
Mientras tanto la senda siguió permaneciendo prácticamente en el anonimato. Lecina envejecía y se despoblaba.
Fue durante esta época, en 1974, cuando llegó al museo de Huesca Vicente Baldellou. Gracias a él se inició una larga campaña que, desde 1978 y durante algo más de diez años, sacó a la luz la gran mayoría del arte rupestre que hoy conocemos en la zona. Este grupo, cuyo núcleo central lo componían además María José Calvo, Pedro Ayuso y Albert Painaud, fue el que volvería a recorrer durante sus pesquisas el Camino de las Escaleretas. Pero no traspasó esa frontera ni trascendió al mundo excursionista.

1992. LA CASUALIDAD
Según mi agenda el 19 de diciembre de 1992 llamé a mi amigo José Antonio Cuchí y hablamos de ir a Lecina y darnos una vuelta por Barfaluy y Gallinero.
Al día siguiente, tras visitar los covachos de la Fajana Barfaluy decidimos prescindir del camino e ir recorriendo el borde del acantilado...


Todo esto aparece las anotaciones de aquel día.

Cuchí recuerda que vimos una piedra agujereada ensartada en lo alto de un bucho y que, pensando que era una señal, nos pusimos a curiosear. Efectivamente, seguía una cornisa que resultaba transitable. Al otro lado de una fajeta el terreno se cortaba y caía por un escarpe hasta otra faja más grande. En ese punto encontramos una bonita cornisa y... había un escalón tallado...
Tras ir recorriendo el lugar (era la Fajana Pera) nos fuimos aproximando a la canal que bajaba del abrigo de Lecina Superior. Apareció una preciosa cornisa y... oh maravilla.


Estas son diapositivas de aquel afortunado día. La agujita separada y la ventana.

Lo que habíamos recorrido se aclaró unas horas más tarde en el mismo Lecina gracias a las indicaciones del señor Macario Bergés. En resumidas cuentas, habíamos topado, sin saberlo, con el Camino de las Escaleretas. Eso sí, tras descender del covacho esférico habíamos tirado por lo más evidente y llegado de esta manera a Huerto Raso. Aquellas viejas escaleras seguían durmiendo en el olvido.
Al día siguiente me compré un cuaderno en el que anotar "las excursiones raras":


El cuaderno se estreno así.


1996. PRIMERA DIVULGACIÓN
En ese año tuve la ocasión de editar una guía de excursiones en el Parque de la Sierra y Cañones de Guara. Era la oportunidad de explicar algunos de los "itinerarios raros" que iba a acumulando en mi cuaderno de 1992. El Camino de las Escaleretas cerró el último capítulo del libro.


Enrique Salamero. Parque de la Sierra y Cañones de Guara, 22 itinerarios a pié. PRAMES. 1996.

Desde entonces puede decirse que el camino ha salido del olvido. Se ha vuelto a publicar varias veces y es muy fácil de encontrar por internet. También aparece en los mapas, aunque no siempre con igual fortuna.
Es una senda conocida pero no muy frecuentada, ya que sus pequeñas dificultades y una cierta exposición hacen de criba natural. La naturaleza es así. Y quienes desde generaciones han transitado por ella también lo han entendido.
¿Y hoy en día?

LOS TIEMPOS ACTUALES
El 11 de marzo de 2010 apareció la siguiente noticia en el periódico Diario del Altoaragón:



En seguida nos pusimos en contacto José Antonio y yo, alarmados con la posible (previsible) perspectiva de futuro de "nuestro" Camino de las Escaleretas. Redactamos dos escritos que enviamos, respectivamente, a la sección de cartas del periódico en cuestión y a diferentes estamentos de la administración autonómica y provincial, en concreto:

  • Consejera de cultura de la Diputación General de Aragón
  • Director General de Patrimonio de la Diputación General de Aragón
  • Presidente de la Diputación Provincial de Huesca
  • Presidente de la Comarca del Somontano de Barbastro
  • Directora del Parque Cultural del Río Vero
  • Director del Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara

Estos fueron los dos textos:



La respuesta no se hizo esperar:


Nos dejó sorprendidos por la inesperada información contenida pero también nos tranquilizó, de momento.

Lo cierto es que hasta la fecha todo sigue igual. Casi todo. El inicio del camino en su parte superior acaba de ser acondicionado para la visita turística de las pinturas del abrigo de Lecina Superior. Una muy buena idea. Pero a costa de ello, una sencilla cornisa sin exposición alguna y algún resalte extremadamente fácil han sido literalmente recubiertos de pasarelas, escaleras y barandillas.


Izquierda: este es el primer resalte del Camino de las Escaleretas. Antes de la escalera también era extremadamente fácil.
Derecha: una cornisa plana y sencilla; la escalera podía haberse evitada bajando muy fácilmente un poco más adelante. Más allá vemos continuar la vira rocosa por la que se aleja el Camino de las Escaleretas.

Ciertamente, la bajada final hacia la cornisa del abrigo no es muy fácil y puede entenderse la colocación de la escalera. Pero el resto...

UNA REFLEXIÓN
Cuando se estima mucho algo es fácil encariñarse con él. El Camino de las Escaleretas significa mucho para nosotros. Éramos dos personas buscando, en un sentido amplio, y tuvimos la fortuna de coincidir, nosotros y, al menos, una buena parte de nuestra forma de sentir.
Todo aquello que encontramos por el monte despierta algo muy importante en nuestro fuero interno. Le damos mucho valor.

Salvo lo ya mencionado, a día de hoy el camino sigue "intocado", salvo algún solitario pitón y anclaje expansivo situados en la travesía inferior.
Ya hemos visto más arriba como Pierre Minvielle entendió muy bien, hace años, la diferencia entre "ser capaz" y "acondicionar". Nosotros añadiríamos el verbo "respetar". Ojalá perdure siempre.