lunes, 22 de diciembre de 2014

25 AÑOS. LAPENILLA

Caímos en su cuenta unos días antes, durante el camino de retorno tras abrir el de Abizanda. Mientras remontábamos por la ladera nos fijamos en la otra vertiente del pantano:

Así lo observamos aquella primera vez (flecha roja). El entrante de agua verde es el vallecito final del Barranco de Abizanda.

No hicieron falta ningunos prismáticos, que tampoco llevábamos, para darnos cuenta de que allí en frente se encontraba un próximo destino.

Y así se ve de cerca desde la misma posición. Estaba claro que había que ir.

Dos dias después del primer descenso de las Gorgas de San Julián nos vinimos aquí. El 22 de diciembre de 1989, justo hace 25 años, José Albás, Fernando Biarge y yo realizamos el primer descenso del Barranco de Lapenilla.


La agenda recoge el nombre que entonces le pusimos, el de una fuente que se encuentra en su zona de cabecera: Fuenserena.

En el croquis que dibujé el día siguiente también lo nombré como Fuenserena. Poco después lo tapé con una pegatina corrigiendo la denominación.

Fue nuestro amigo Santiago Agón, que trabajaba en el catastro de Huesca quien, el 12 de enero de 1990, me comunicó el nombre con el que figuraba registrado: Lapenilla, como la población.
El barranco nos gustó. Tenía zonas pulidas muy bonitas y algún buen rápel. Además, el lugar, tan apartado, extenso y solitario, sin la nueva carretera de la otra orilla, parecía salido del pasado. El pueblo derruido de Lapenilla nos había impresionado por la robustez de algunos de sus muros.
El retorno lo hicimos a las bravas, remontando la ladera calcárea de la margen derecha. Entonces no se había recuperado el caminito que por esa zona discurre, prácticamente nadie andaba por ahí.


Estas fotos corresponden a la segunda vez que lo bajé, mucho tiempo después: el 28 de mayo del año 2000. Estuve con dos buenos amigos: Michel Buesa (en la foto) y Franck Dugravier (ver aquí). Encontré mucho equipamiento taladrado, fruto de prácticas y cursos diversos. En fin...

La agenda es poco explícita. Pepe y yo contábamos pocas horas de sueño aquella noche, llevábamos unas prenavidades algo ajetreadas. Por eso en el croquis solo aparecen 2 pitones plantados. Nos colgábamos de casi cualquier cosa con tal de no sacar todos los trastos y martillear, cansancio obliga...

Dos días después aún volvimos al Cinca a mirar que deparaban el resto de barrancos de la vertiente derecha del pantano. Ninguno pintó bien. Nos convencimos de que con Abizanda y Lapenilla habíamos bajado lo mejor.

sábado, 20 de diciembre de 2014

25 AÑOS. GORGAS DE SAN JULIAN

Esta es una apertura memorable.
Hace 25 años, el 20 de diciembre de 1989, José Albás, Fernando Biarge, Javier Bitrián, Álvaro Santolaria y Enrique Salamero, efectuamos el primer descenso de las Gorgas de San Julián.
De entrada deberíamos decir primer descenso "completo". Ya veremos por qué.
Además, fue la primera y única vez que vino Javier en lugar de su hermano Ramón. Y fue también digno de recordar.
Para más "inri" uno de los participantes, Álvaro, y ya veremos también por qué, había pasado por alto la existencia de este desfiladero.
Por si fuera poco, las Gorgas de San Julián son un lugar emblemático y archiconocido en Huesca, especialmente para el club de montaña Peña Guara.
Y pese a todo, me tuve que empeñar en convencerles que aquí había un barranco "por su sitio" que teníamos que bajar. Cierto es que no me costó mucho.

Así lo recoge mi agenda.


El día de antes nos acercamos Fernando y yo para ver por donde cogíamos la aproximación.
Al día siguiente subimos rápidos, el terreno resultó fácil de transitar, pero bajamos más rápidos todavía. Aquí está una buena parte de la gracia de la historia. Es fácil de entender. Quienes conocemos a Javier Bitrián, el "Huesos", lo vemos con claridad meridiana. Pero vayamos por partes.
Dimos por sentado que era un barranco prácticamente seco por lo que nos limitamos a llevar un peto de neopreno "por si acaso".  Javier llevaba el de su hermano Ramón, es decir, cabían dentro dos como él. Resultó que corría agua por todas partes y las pozas estaban bien llenas incluida la última, la más profunda. Estábamos a 20 de diciembre, la temperatura ambiente era poca cosa, la del agua no mucho más.


Este es uno de los manantiales que manan al final, al pié de las clavijas. Salen solo en época de lluvias y a veces lo hacen con fuerte presión. Aquel día manaban todos.

Teníamos todo un barranco por equipar a golpe de martillo, calados y tirititando. Javier, muchacho fornido y musculoso, capaz de afrontar con soltura los fríos más adversos, haciendo la mejor de sus galas se repasó varias veces todo el santoral. No acertaba con el martillo de la risa que me entraba... Afortunadamente, el último de los rápeles, tras nadar la poza previa, se pudo instalar rápidamente con dos pitones en el suelo. Y rápidos a casa a reponer.


Javier Bitrián. No nos cabe duda que el amor a los pájaros le viene de antiguo.

Por la tarde nos juntamos en el Mi Bar, cuartel general, a contar lo ocurrido, reirnos de la aventura y repartir el croquis que ya había hecho nada más llegar a casa.



En lo que respecta a Álvaro, el frío no tenía protagonismo ese día. Desde el Barranco de Chimiachas (ver aquí) no había participado en ninguna primera, pero para esta era obligada su presencia: Álvaro y Adela se casaron precisamente en la gran sala final de las Gorgas de San Julián. ¿Y como es que él, un barranquista de los históricos, no había caído en la cuenta del estupendo desfiladero que ahora descendía junto a nosotros?.


Álvaro en el Camino d'os Escallos, en la Choca, unos años después.

EL BELÉN DE LAS GORGAS
Cada 25 de diciembre es tradición que el club de montaña Peña Guara de Huesca organice una misa en la gran sala final (llamada tradicionalmente "Palomera", luego veremos por qué), junto a unas figuras de escayola que representan un belén. Valga esto para señalar lo muy conocido que es el lugar. Y lo muy desconocido que era lo que había más allá.

Este es el folleto de los actos patronales del club en diciembre del año 1988. La foto ilustra la tradicional misa en el gran vestíbulo de las Gorgas de San Julián.
A la derecha el belén en el año 2008.

INCURSIONES ANTERIORES
Ya lo hemos avanzado al principio. Nosotros solo efectuamos el descenso completo, el primero de ellos. ¿Y esto por qué?. Dimos con algunas pistas en su interior que nos llamaron mucho la atención. Veamos.
Siempre habíamos visto las "clavijas" (barras) de hierro clavadas al "final" del barranco. No se podía subir bien por ellas, ¿a dónde llevaban?. Aquel 20 de diciembre, al llegar al primer rápel nos encontramos el casquillo de un spit (ningún rastro de anclaje posible apareció después) y en algún lugar del barranco que ya no sé precisar distinguimos semienterradas algunas cadenas. ¿Qué era todo este misterio?.
Afortunadamente durante el año 2004 trabajé con un buen amigo cuyo padre, oriundo de Nueno, sabía de todo esto. Se llamaba Jesús Tricas Estallo y, por mediación de su hijo, pude hacer unas cuantas averiguaciones el 29 de noviembre de ese mismo año; tenía 60 años:


El señor Jesús Tricas Estallo durante la década de los años 1990
(Foto cortesía de su familia)
  • En el barranco se cazaban palomos, cosa frecuente, pero también unas grajas negras de cabeza blanca hace tiempo desaparecidas. Si algún jabalí herido caía dentro del barranco también bajaban a por él.
  • Las barras de hierro que conocíamos al final del barranco eran las únicas que se plantaron. El resto se solventaba con maderos, cuerdas y escaleras (las construían de muchos metros, incluso de más de diez, llevándolas hasta allí con burros y dejándolas a menudo in situ).
  • Entraban tanto por su cabecera como por abajo. Por su extremo inferior solo alcanzaban la profunda poza del último rápel y no subían más arriba porque ya no había más agua remansada para que los palomos se detuvieran a beber. El casquillo de spit del primer rápel posiblemente responda a una incursión relativamente moderna a la habitual costumbre de entrar descolgándose con cuerdas para coger los pájaros después de muertos.
  • El padre del informante ya conoció las barras metálicas y piensa que debieron colocarse en los años de las décadas 1930 o 1940, quizá por militares que acudían allí a cazar con frecuencia.
  • Cazaban normalmente con escopeta pero también se descolgaban con sogas y cuerdas hasta los nidos en épocas de cría para coger los pichones (las cadenas que vimos probablemente responden a lo mismo).
  • Acudían al amanecer ya que era entonces cuando los palomos entraban a beber y tomar el sol.
Este es el extremo aguas arriba de la gran sala final.
El punto rojo señala una de las clavijas (barras) clavadas en la pared.

Y ciertamente los pájaros abundan. Durante tres años consecutivos comprobé una curiosa recurrencia. El 13 de octubre de 1991 encontré dos chovas muertas en el interior del barranco. Al año siguiente, el 20 de febrero, descubrí otra también muerta y en el mismo sitio. El 27 de mayo de 1993 tuve más suerte y pudimos salvar a la chova, al menos momentáneamente:


Así lo anoté en mi agenda. A la derecha, su "transportista".

Es cosa sabida entre los barranquistas que en ciertas épocas del año, especialmente durante la cría, los excrementos de pájaros abundan en este barranco. No les hace mucha gracia a la mayoría. Insensibles...

Cosa curiosa, aquel día encontramos los dos pitones que habíamos plantado en el suelo durante la primera vez, arrancados y vueltos a colocar detrás en la pared. Es verdad que así se recuperaban mejor las cuerdas pero los clavos trabajaban directamente a favor de su arranque... Con el paso de los años el equipamiento de este barranco ha ido cambiando algo. No hace mucho se convirtió en algo realmente kafkiano (dejémoslo dicho así...).

martes, 16 de diciembre de 2014

25 AÑOS. ABIZANDA

Estoy seguro de que se trató de una primera. La cosa tiene su miga, lo explicaré al final.
Mientras tanto recordaremos ahora el día que, hace justo 25 años, Fernando Biarge y Enrique Salamero abrimos el Barranco de Abizanda, uno de los que más contento me siento y más veces he repetido.

CÓMO SE NOS OCURRIÓ
Hay que recordar que en 1989 la única carretera que subía a Ainsa era la que cruzaba el Puerto del Pino. No existía la actual. Por lo tanto, lo único que podía verse al pasar era el desfiladero que hay debajo de la población de Abizanda.
Cierto que llamaba la atención, pero el lugar, por el que tantas veces habíamos pasado no dejaba ver otra cosa que colinas y arbolado.
Y sucedió que leimos a Briet.
En aquel momento no era fácil dar con el texto clave, pero dio la casualidad de que estábamos preparando para la Diputación Provincial de Huesca la edición del libro Soberbios Pirineos/Superbes Pyrénées (que se publicaría al año siguiente, 1990); es este:



En el tomo 1 (el 2 contiene una selección de fotografías) se incluye el largo texto titulado "A través de la Sierra de Guara", en cuyo capítulo II-Abizanda leímos lo siguiente:



Dimos por supuesto que Briet estaba hablando de la garganta que se encuentra debajo del pueblo y que todos teníamos sobradamente vista. Pero el último párrafo nos puso en alerta:
"Más allá, el Barranco de Abizanda se torna más alegre con la existencia de laderas verdosas y el arroyo se permite aún el lujo y la fantasía de atravesar una nueva garganta, no menos atractiva que la anterior, antes de alcanzar el Cinca"
La suerte estaba echada. Nos fuimos directos.



Ese mismo día, sin esperar un minuto más, hice el croquis:



Nos quedamos boquiabiertos. Una joyita. Pequeña, si, pero de un millón de quilates.
Tal y como dice mi agenda en cuanto llegué abajo del primer rápel nos entró la duda: ¿si el estrecho salía directamente al pantano en medio de un circo cerrado... por dónde podríamos regresar?. Dimos media vuelta, trepamos todos los resaltes y recorrimos la margen izquierda del barranco hasta comprobar con alivio que no había acantilados inaccesibles. De paso vimos el "tejado" de los oscuros:


En EEUU esto sería un auténtico "slot canyon".

Nunca habríamos imaginado encontrar aquí un desfiladero tan profundo, estrecho y bien esculpido, completamente libre de vegetación, solo pura roca, con el interés siempre in crescendo. Personalmente no sé como me gusta más, si con agua o con la piedra a la vista. Tanto da.
Y sí, no había carretera. En el croquis original se puede comprobar. Se materializó el año siguiente cruzando la primera de las gleras dibujadas. Hizo el descenso mucho más cómodo pero quitó intimidad a aquella garganta escondida que habíamos leído y eliminó de los croquis el primero de los desfiladeros. De esta manera "mutilada" apareció en nuestra guía de 1991.
Viene al caso comentar que la primera edición (año 1998) del mapa 1:25000 del IGN (hoja 250-III, Naval) dibujaba mal el trazado de la nueva carretera haciéndola transcurrir por la margen derecha del barranco y cruzándolo muy arriba, prácticamente a la salida del desfiladero que se encuentra en la vertical del pueblo. Es este:


Como se puede comprobar, el trazado entre la ermita de San Miguel y el cruce del barranco discurre por la vertiente que no es.

He vuelto al Barranco de Abizanda en numerosas ocasiones y con motivos muy diversos, con grandes y pequeños, con poca y mucha agua, en verano y en invierno, con gran sol y en tiempo desapacible. He encontrado mucho aquí, siempre lo miro con cariño al pasar.


Este es el croquis que apareció en el libro de 1991, con la nueva carretera. Con el paso de los años lo aproveché para anotar algunos sucesos y averiguaciones. Hay un apunte interesante sobre los bloques empotrados para quien sienta curiosidad. Los dos resaltes señalados en rojo claro desaparecieron a causa de las riadas del invierno 1995-1996 y el bloque indicado por el punto rosa (en el segundo rápel) desapareció en 1998.


Este es un montaje de fotos que hice después de descenderlo el 12 de agosto de 1992 con David Santolaria y familia.

ABIZANDA - RÍO - FANCES
Cuando realizamos el primer descenso empezamos por llamarle Barranco de Abizanda tal y como dice Briet en su texto. Pronto nos dimos cuenta de que no era así. Los mapas de los años 1950 del IGN ya lo nombraban como Barranco del Río y así lo publicamos en nuestra guía de 1991.
Con el paso del tiempo y la llegada de la señalización de caminos y lugares, empezó por aparecer un cartelito de madera que indicaba Cañón de las Fances. El panel que hay actualmente insiste igualmente en esta denominación:

Esta es la parte del mismo que indica el nombre.

No he hecho ninguna averiguación al respecto, salvo leer lo que sugiere el filólogo Vázquez Obrador en algunas de sus publicaciones. Recoge el topónimo "las Fances" y lo relaciona con el plural "fanz", esto es: "fuentes".

¿UNA PRIMERA?
Cualquiera que haya efectuado el primer descenso de un barranco sabe muy bien del momento en que uno llega a un resalte que no se puede ni saltar ni destrepar. Se empieza a mirar por todos lados a ver si hay rastro de algo. Cuando no hay nada...
Eso nos sucedió a nosotros, una vez más, en Abizanda. Pudimos meter un pitón en el único sitio posible, todo lo demás era compacto.
Vanitas vanitatum et omnia vanitas.
El 11 de noviembre de 1990, cuando hicimos el segundo descenso, los elementos de reflexión estaban allí, delante nuestro. Pero no nos dimos cuenta:



¿Qué hacían tantos sapos allí dentro, aparte de hacernos reir? ¿De donde venían? ¿Cómo se fueron?.
Bien, el 29 de diciembre del 2008 unos chicos franceses estuvieron comprando algo de material donde yo trabajo. Venían del Barranco de Abizanda. Poco antes del primer rápel, tras oir una serie de ruidos, vieron sorprendidos a un jabalí, evidentemente atrapado sin remisión, en la cabecera de un resalte. Acuciado por la repentina presencia de los dos barranquistas, optó al cabo de unos minutos por la única solución que le quedeba. Se decidió por tirarse resalte abajo. Y así uno tras otro, rápeles incluidos. Jabalí tenía que ser... Cuando, muy cautelosamente, continuaron el descenso, nada (a nadie) encontraron. El jabalí había terminado el suyo y se había marchado.
Lo que me pude llegar a reir. Pero, entonces ¿donde quedó nuestra primera? ¿hasta donde llegan las primeras de tantos barrancos?. Digamos que el ser humano, de vez en cuando, efectúa el primer descenso del homo sapiens sapiens. Al parecer, el sus scrofa, el bufo bufo (y probablemente tantos otros) hacen también el suyo.
¿Quien o qué hace la primera en realidad?

martes, 9 de diciembre de 2014

25 AÑOS. ESCOMENTUÉ

Pues sí. Hace 25 años, 9 de diciembre de 1989, un día como hoy, José Albás, Ramón Bitrián y Enrique Salamero, nos llevamos la joya de la corona de los barrancos de aquí. Así lo creímos entonces y, yo por lo menos, lo sigo pensando. Efectuamos el primer descenso del Barranco de Escomentué.

El punto rojo señala el Barranco de San Chinés, el punto naranja es el Barranco de Escomentué, el punto azul el Barranco de Lazas y el punto rosa indica la cabecera de la Canal del Palomo.

Como sucedió con los anteriores, el señor Ángel Lera (ver aquí) rescató del olvido su verdadero nombre: Barranco Pinzas. Nosotros le habíamos puesto Escomentué porque una partida del monte por allí cerca se llamaba así.
Este día nos resarcimos de los anteriores. Fue completamente azul y luminoso. El recuerdo de aquellas horas es estupendo.


La aproximación no la hicimos por lo alto del macizo de Ligüerre sino que la cogimos desde la pista de Cuello Bail, cruzando por los Pepes y siguiendo por el cordal trepando todos los resaltes.
El descenso, tan variado, completo y sin tiempos muertos, nos gustó muchísimo. ¡Corría el agua! y la zona vertical resultó ser muy amable, nada que ver con las aventuras del Lazas...

La imagen de la izquierda muestra los tres tramos del barranco: estrecho, más vertical y excavado, estrecho.
Las otras dos muestran la zona central, la flecha naranja el umbral de su inicio y el punto rosa el largo pasillo del Barranco San Chinés. La imagen del centro tiene una rara perspectiva ya que parece todo más tumbado de lo que es en realidad.

Empleamos todo el día, en diciembre son pocas las horas de luz, y salimos hacia la pista tal y como hicimos cuando San Chinés (ya nos llamó la atención el Barranco de Isarre -ver aquí- pero era muy tarde).
El croquis lo hice al día siguiente:


Yo he vuelto varias veces más, con amigos y como profesional. Siempre hemos salido todos encantados. Esta fue la segunda vez, el 8 de noviembre de 1992 en compañía de José Antonio Cuchí:


Pepe no ha vuelto nunca y con Ramón repetimos juntos el 11 de septiembre del 2011; estas fotos son de ese día:

A la izquierda estamos poco antes de llegar al umbral de las verticales. A la derecha ya hemos acabado nos encontramos en el Barranco de Isarre.

Sin embargo..., cuando la primera vez, los tres éramos algo más jóvenes...:

De izquierda a derecha: Pepe en 1990, Ramón y yo en 1992.

viernes, 5 de diciembre de 2014

25 AÑOS. Cruz y cara en los barrancos de Cajigar y Obis


Cruz. CONGOST DEL RIU CAJIGAR
El 25 de noviembre de hace 25 años no realizamos la primera de este barranco. Encontramos un spit en uno de los bloques de la izquierda del gran caos del comienzo (aunque es verdad que, buscando el paso con cuidado, puede llegar a destreparse por su interior, si alguna riada no modifica las cosas). Lo cierto es que no nos extrañó demasiado. Aquel mismo año unos bomberos voluntarios de Benabarre me habían comentado que algún grupo de espeleología local hacía prácticas por aqui. No sé si serían ellos pero, por lo visto, el lugar era conocido. Por su parte, Fernando sabía de la existencia de un "congost"...
Lo que sí nos dejó fue sorprendidos. No esperábamos encontrar en estas tierras semejante desfiladero, tan profundo y bien esculpido.
Aquel día no hicimos el recorrido con un solo coche tal y como se realiza hoy. Fuimos con dos. Uno lo dejamos en Tolva y otro cerca de la salida por el lado de Ciscar. Bajamos todo ese tramo de río abierto hasta que la cosa se estrechó.
Fuimos José Albás, Fernando Biarge, Ramón Bitrián, José María Coiduras y Enrique Salamero.
Hacía un día fenómeno. El Pirineo estaba nevado y despejado. Por el barranco bajaba un cierto caudal y el agua, pese a las granjas de más arriba..., parecía bastante limpia.
Ese mismo día por la tarde realicé el croquis:





Estas tres diapositivas las tomé el 7 de abril de 1993. Y así lo conté en mi agenda:


He vuelto muchas veces. Siempre me ha parecido un lugar maravilloso.
Recuerdo que al poco de bajarlo aquella primera vez, llamé por teléfono a una casa particular de Ciscar. Me contestó una señora a la que pregunté si tenía nombre el desfiladero. Me dijo que tan solo le llamaban "el Congost". No hice por averiguar más.

Cara. BARRANCO DE OBIS
Aquí tuvimos suerte.



Un día como hoy hace 25 años Fernando Biarge y Enrique Salamero efectuamos el primer descenso del Barranco de Obis. No hizo falta colocar ningún anclaje artificial, había árboles donde eran necesarios. No vimos ningún cordino que delatara algún descenso anterior. Y el lugar eran tan apartado y "fuera de ruta" que, en aquel año de 1989, no nos cupo ninguna duda de ser los primeros.





Sin pensarlo mucho decidimos llamarlo con el nombre del pueblo deshabitado que se encuentra en cabecera. Sin embargo, el 3 de diciembre del año 2001 compré el libro de Javier Terrado "Toponimia de Ribagorza-2. Aren". En él se indica su nombre, Lo Garanto, y se explica muy bien el por qué. Casi la misma palabra aparecería bastantes años después cuando abrimos, también en Ribagorza, un encajado barranquito en Senz, cerca de Campo.
Este Barranco de Obis nos pareció entonces algo muy discreto, reseñable "por los pelos". Pero, con el paso del tiempo y los ojos mejor abiertos, he ido aprendiendo a apreciar los lugares en su justa medida. Y así lo comprobé la segunda y única vez que he vuelto, el 19 de diciembre de 2004, con ocasión de una salida que programamos en el club Peña Guara. Este día hacía mucho frío, más que la vez anterior, y la estrecha cuenca que recoge la zona del descenso era una auténtica bolsa de aire congelado. La roca estaba verglaseada y algunas pozas tenían 3 cm de hielo. En esta ocasión entramos por el cauce que se encuentra justo al oeste de la población.
Quien desee encontrar tranquilidad, camino y paisaje amables, rincones sencillos pero curiosos, restos de otros tiempos, aquí tiene donde volver más de una vez.



Estas imágenes traen buenos recuerdos. Me es fácil pensar en este lugar como algo solitario y anclado en el tiempo, y es verdad que, cuando allí hemos estado, ha sido en esos días propicios de invierno.