sábado, 20 de diciembre de 2014

25 AÑOS. GORGAS DE SAN JULIAN

Esta es una apertura memorable.
Hace 25 años, el 20 de diciembre de 1989, José Albás, Fernando Biarge, Javier Bitrián, Álvaro Santolaria y Enrique Salamero, efectuamos el primer descenso de las Gorgas de San Julián.
De entrada deberíamos decir primer descenso "completo". Ya veremos por qué.
Además, fue la primera y única vez que vino Javier en lugar de su hermano Ramón. Y fue también digno de recordar.
Para más "inri" uno de los participantes, Álvaro, y ya veremos también por qué, había pasado por alto la existencia de este desfiladero.
Por si fuera poco, las Gorgas de San Julián son un lugar emblemático y archiconocido en Huesca, especialmente para el club de montaña Peña Guara.
Y pese a todo, me tuve que empeñar en convencerles que aquí había un barranco "por su sitio" que teníamos que bajar. Cierto es que no me costó mucho.

Así lo recoge mi agenda.


El día de antes nos acercamos Fernando y yo para ver por donde cogíamos la aproximación.
Al día siguiente subimos rápidos, el terreno resultó fácil de transitar, pero bajamos más rápidos todavía. Aquí está una buena parte de la gracia de la historia. Es fácil de entender. Quienes conocemos a Javier Bitrián, el "Huesos", lo vemos con claridad meridiana. Pero vayamos por partes.
Dimos por sentado que era un barranco prácticamente seco por lo que nos limitamos a llevar un peto de neopreno "por si acaso".  Javier llevaba el de su hermano Ramón, es decir, cabían dentro dos como él. Resultó que corría agua por todas partes y las pozas estaban bien llenas incluida la última, la más profunda. Estábamos a 20 de diciembre, la temperatura ambiente era poca cosa, la del agua no mucho más.


Este es uno de los manantiales que manan al final, al pié de las clavijas. Salen solo en época de lluvias y a veces lo hacen con fuerte presión. Aquel día manaban todos.

Teníamos todo un barranco por equipar a golpe de martillo, calados y tirititando. Javier, muchacho fornido y musculoso, capaz de afrontar con soltura los fríos más adversos, haciendo la mejor de sus galas se repasó varias veces todo el santoral. No acertaba con el martillo de la risa que me entraba... Afortunadamente, el último de los rápeles, tras nadar la poza previa, se pudo instalar rápidamente con dos pitones en el suelo. Y rápidos a casa a reponer.


Javier Bitrián. No nos cabe duda que el amor a los pájaros le viene de antiguo.

Por la tarde nos juntamos en el Mi Bar, cuartel general, a contar lo ocurrido, reirnos de la aventura y repartir el croquis que ya había hecho nada más llegar a casa.



En lo que respecta a Álvaro, el frío no tenía protagonismo ese día. Desde el Barranco de Chimiachas (ver aquí) no había participado en ninguna primera, pero para esta era obligada su presencia: Álvaro y Adela se casaron precisamente en la gran sala final de las Gorgas de San Julián. ¿Y como es que él, un barranquista de los históricos, no había caído en la cuenta del estupendo desfiladero que ahora descendía junto a nosotros?.


Álvaro en el Camino d'os Escallos, en la Choca, unos años después.

EL BELÉN DE LAS GORGAS
Cada 25 de diciembre es tradición que el club de montaña Peña Guara de Huesca organice una misa en la gran sala final (llamada tradicionalmente "Palomera", luego veremos por qué), junto a unas figuras de escayola que representan un belén. Valga esto para señalar lo muy conocido que es el lugar. Y lo muy desconocido que era lo que había más allá.

Este es el folleto de los actos patronales del club en diciembre del año 1988. La foto ilustra la tradicional misa en el gran vestíbulo de las Gorgas de San Julián.
A la derecha el belén en el año 2008.

INCURSIONES ANTERIORES
Ya lo hemos avanzado al principio. Nosotros solo efectuamos el descenso completo, el primero de ellos. ¿Y esto por qué?. Dimos con algunas pistas en su interior que nos llamaron mucho la atención. Veamos.
Siempre habíamos visto las "clavijas" (barras) de hierro clavadas al "final" del barranco. No se podía subir bien por ellas, ¿a dónde llevaban?. Aquel 20 de diciembre, al llegar al primer rápel nos encontramos el casquillo de un spit (ningún rastro de anclaje posible apareció después) y en algún lugar del barranco que ya no sé precisar distinguimos semienterradas algunas cadenas. ¿Qué era todo este misterio?.
Afortunadamente durante el año 2004 trabajé con un buen amigo cuyo padre, oriundo de Nueno, sabía de todo esto. Se llamaba Jesús Tricas Estallo y, por mediación de su hijo, pude hacer unas cuantas averiguaciones el 29 de noviembre de ese mismo año; tenía 60 años:


El señor Jesús Tricas Estallo durante la década de los años 1990
(Foto cortesía de su familia)
  • En el barranco se cazaban palomos, cosa frecuente, pero también unas grajas negras de cabeza blanca hace tiempo desaparecidas. Si algún jabalí herido caía dentro del barranco también bajaban a por él.
  • Las barras de hierro que conocíamos al final del barranco eran las únicas que se plantaron. El resto se solventaba con maderos, cuerdas y escaleras (las construían de muchos metros, incluso de más de diez, llevándolas hasta allí con burros y dejándolas a menudo in situ).
  • Entraban tanto por su cabecera como por abajo. Por su extremo inferior solo alcanzaban la profunda poza del último rápel y no subían más arriba porque ya no había más agua remansada para que los palomos se detuvieran a beber. El casquillo de spit del primer rápel posiblemente responda a una incursión relativamente moderna a la habitual costumbre de entrar descolgándose con cuerdas para coger los pájaros después de muertos.
  • El padre del informante ya conoció las barras metálicas y piensa que debieron colocarse en los años de las décadas 1930 o 1940, quizá por militares que acudían allí a cazar con frecuencia.
  • Cazaban normalmente con escopeta pero también se descolgaban con sogas y cuerdas hasta los nidos en épocas de cría para coger los pichones (las cadenas que vimos probablemente responden a lo mismo).
  • Acudían al amanecer ya que era entonces cuando los palomos entraban a beber y tomar el sol.
Este es el extremo aguas arriba de la gran sala final.
El punto rojo señala una de las clavijas (barras) clavadas en la pared.

Y ciertamente los pájaros abundan. Durante tres años consecutivos comprobé una curiosa recurrencia. El 13 de octubre de 1991 encontré dos chovas muertas en el interior del barranco. Al año siguiente, el 20 de febrero, descubrí otra también muerta y en el mismo sitio. El 27 de mayo de 1993 tuve más suerte y pudimos salvar a la chova, al menos momentáneamente:


Así lo anoté en mi agenda. A la derecha, su "transportista".

Es cosa sabida entre los barranquistas que en ciertas épocas del año, especialmente durante la cría, los excrementos de pájaros abundan en este barranco. No les hace mucha gracia a la mayoría. Insensibles...

Cosa curiosa, aquel día encontramos los dos pitones que habíamos plantado en el suelo durante la primera vez, arrancados y vueltos a colocar detrás en la pared. Es verdad que así se recuperaban mejor las cuerdas pero los clavos trabajaban directamente a favor de su arranque... Con el paso de los años el equipamiento de este barranco ha ido cambiando algo. No hace mucho se convirtió en algo realmente kafkiano (dejémoslo dicho así...).

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