martes, 20 de enero de 2015

25 AÑOS Y UN MISTERIO. BARRANCO SARRATANAS

Lo habíamos visto montones de veces. Cualquiera lo puede observar con claridad meridiana al pasar por la carretera que desde Colungo sube hacia Arcusa:


IZQUIERDA. El punto rojo señala el Barranco Sarratanas tal y como se ve al pasar por la carretera. A la derecha se distingue el puente que cruza el Fornocal.
DERECHA. Desde un poco más abajo, además del de Sarratanas (punto rojo), se ven también (punto naranja) las Palomeras del Fornocal (ver aquí).

Se presenta en toda su longitud. Nace en un circo y va excavándose hasta efectuar, a su final, un giro raro y profundo (luego lo veremos). ¿Estaría ya bajado como su vecino Palomeras?.
No recuerdo ni apunté los pormenores que nos llevaron a bajarlo. No debió haber ninguno en especial. Después de los de Vadiello y estando tan reciente el de Alpán, era cuestión de tiempo ir a por el. Así fue.
El 20 de enero de 1990, hace hoy 25 años, Fernando Biarge y Enrique Salamero realizamos el (primer) descenso del Barranco Sarratanas:



La agenda muestra que acabamos el descenso con varias dudas y sorpresas.
Como de costumbre, no sabíamos como se llamaba. Anoté "Sarratanas" unos días después. Con Santiago Agón, una vez más, no encontramos su nombre (tampoco he vuelto a preguntar), solo que el caos final aparecía nombrado en el catastro como "Cueva Aguilar" (seguramente por lo oscuro y abovedado de la muralla que lo cobija). Volvimos a coger el nombre de una partida cercana.
El otro misterio, el más gordo, lo veremos al final.



En las dos fotos anteriores aparece el barranco tal y como iba transcurriendo. Una bonita cabecera que se iba estrechando como mandan los cánones del conglomerado. Era algo que ya conocíamos. Lo bueno estaba por llegar.
El final del barranco efectuaba de repente un zigzag marcadísimo y se hundía. Su comienzo nos dejó estupefactos:



Era como si la enorme bóveda se hubiera desprendido en bloque y sus restos, tal cual, casi monolíticos, obligaran a girar a su alrededor. No obstante, la margen derecha penetra intacta en su interior, como si el cauce nunca hubiera trazado previamente un camino recto.


IZQUIERDA. Desde cierto ángulo se obtiene una espectacular sensación de bloque desplomado y redondeado por la erosión.
DERECHA. Tras rodear, el cauce se hunde marcadamente.

Esta formidable visera hundida, completamente escondida desde la carretera, daba paso muy poco después a otra más intrincada y fragmentada, la mencionada Cueva Aguilar. !Cuantos rincones de interés!


Este es el croquis que dibujé el lunes siguiente.

Y llega la hora del misterio.
Aquel día equipamos todos los rápeles finales sobre piedras empotradas y algún puente de roca. Nos dieron la confianza suficiente. Sin embargo, cuando llegamos al último, el que abre el pasillo estrecho a la garganta del caos final, encontramos esto:


El recuadro rojo señala su ubicación.

¿Qué hacía allí un casquillo de spit, pésimamente plantado y sin plaqueta de la que rapelar? ¿Por qué había uno allí y ninguno antes?.
Nunca lo hemos sabido. Nunca nadie se ha puesto en contacto con nosotros. Y sin embargo, alguien estuvo allí antes. ¿Cómo, o desde dónde, llegó hasta este umbral? ¿Qué hizo para salir de allí?
Nosotros no encontramos ni rastro aguas arriba.


Esta poza de Sarratanas nos recuerda que siempre quedan luces, sombras y velos por desvelar.

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