Todo buen catalogador sabe que no hay inventario aburrido, ni monótono, ni tedioso. Son estos adjetivos que pertenecen a los demás.
De esta manera es estupendo ir encontrando, una tras otro, los mojones de delimitación del Monte Público que se alinean, como pueden y salvando el vértigo, la línea de cresta de San Salvador.
Solitarios y expuestos a los vientos en lo alto de las proas del acantilado, pacientes y tranquilos en los rellanos que a veces encuentran, ahogados casi entre mantas de erizones que, así sin embargo, los protegen.
Tienen la piel rugosa, desgastada. Van vestidos de liquen, pueden presumir.
Miran al sur, escasamente alguno tiene el privilegio de saber lo que queda al norte. Extraño destino de todo lo inmóvil que, aunque sea por escasos metros, tardan cientos o miles de años en ampliar su horizonte por gracia de una erosión sin prisa alguna.
Vista hacia el sur
Vista hacia el norte
Entre medio
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